Salvador
Dalí pintaba relojes blandos: el tiempo
se volvía elástico
y la materia fluida. Ahora, tenemos imágenes “liquidas”.
La rapidez deshace la permanencia de las imágenes
pero
también a los propios objetos. ¿Cree esta nueva “estética de la
desaparición”
evocar a Paul Virilio? Vemos cómo se multiplican las
prácticas
extremas, las visiones apocalípticas o post-apocalípticas,
así como
también las concepciones del hombre post-biológicas,
post-historias,
post-nacionales, post-humanas, etc. ¿Y por qué no
hablar
de la post-realidad? Un sentimiento del fin del mundo se impone,
a menudo
asociado a un deseo contrario de exploración de
una
“nueva frontera” de la vida donde nos volvemos los creadores
del
mundo, incluidos nosotros. Las dos posturas coexisten.
Cuando
la imagen del mundo parece deshacerse, es porque
una
nueva imagen está en proceso de elaboración, se hace eco de
las nuevas
estructuras sociales, de los cambios ideológicos y tecnocientíficos,
de los
cuales los contemporáneos aún no tienen idea.
Ese fue
el caso con el surgimiento del Renacimiento, el clasismo, el
barroco,
el impresionismo, el fauvismo, el cubismo, el futurismo y
el
constructivismo, el surrealismo, el arte abstracta, etc. Entonces,
¿cómo no
preguntarse cuál es la nueva cosmogonía de la que se
habla en
la actualidad? Los artistas, una vez más, ¿serán los descubridores
e
incluso, los creadores? ¿O le dejarán ese rol de pioneros
a los
científicos? ¿Deberemos admitir, por primera vez, que una
imagen
coherente del mundo no es posible? ¿En qué universo vamos
a
cambiar? ¿Seremos confrontados a una ruptura antropológica,
a una
imagen del mundo radicalmente nueva?
Esta
dimensión digital de la vida solamente concierne a una
minoría
de los adultos. Ya esta omnipresentel y banal para las nuevas
generaciones.
Además,
parece que pronto ya no será necesario recordar
que
vivimos en un ambiente digital. Hablamos del aire
que
respiramos únicamente cuando está excepcionalmente puro o
contaminado.
O cuando nos hace falta. Ya tenemos el cielo y las
nueves
digitales, la ecología digital. Pronto deberemos admitir la
banalidad
de la digitalización.